La sociedad reconoce los triunfos, estamos enseñando a ganar, cuando deberíamos enseñar a perder (manejo de frustración). Porque, sencillamente, ocurre más. El deportista a lo que está mejor acostumbrado es a convivir con la derrota (llámese etapas de aprendizaje). Pero estamos creando una sociedad de iconos victoriosos y nos olvidamos de la cantidad de trabajo y de derrotas que son necesarias para lograr una sola victoria. La de veces que antes de ser primero, hemos sido segundo, tercero, último o hemos abandonado. Ganar es el objetivo, pero NO ES lo que DEFINE al deportista. En este punto, tiene mucho que ver el entrenador, cuáles son sus expectativas y enfoque que quiere lograr, desarrollando y armando estrategias para que el atleta cuente con una mejor adaptabilidad a los cambios que se presentan en el juego. La fortaleza mental apunta más a cómo respondemos a la presión y se orienta, sobre todas las cosas, al rendimiento elevado y estable del deportista. La mente es la que gobierna todas nuestras pasiones y facultades para que el cuerpo logre sus resultados. La mente es donde se definen las ideas, pensamientos, afirmaciones, creencias y valores que determinan una visión acerca de uno mismo y del entorno. Estas determinan una realidad. Por eso, el rendimiento no sólo es físico, sino que es el resultado de todo lo que pensamos y sentimos.